PROCLAMA 2017

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viernes, 19 de septiembre de 2008

La Bendición del Ministerio de la Reconciliación

En Romanos 5:6-11 la palabra “Reconciliación” se repite varias veces haciendo notar la importancia que reviste este acto para los cristianos. Producto del pecado universal fuimos separado de Dios; pero por la muerte de su Hijo Jesucristo fuimos justificados y reconciliados con Dios.

¿Qué es la justificación? Es el acto en el cual Dios, por medio de su Hijo nos justifica y pasa por alto nuestros pecados, no nos mira a nosotros, sino a su hijo amado a quien El dio por nosotros.

Para poder entender la justificación, tenemos que entender el principio de “Sustitución”, que no es más que cambiar una cosa por otra. Cristo ocupó el lugar que correspondía a ti y a mí en esa cruz. El no merecía morir, pero por amor a nosotros, obediencia al Padre, y para que fuésemos justificados se puso en lugar nuestro. (2 Co. 5:21).

Para que hubiera reconciliación, tuvo que haber habido sustitución y justificación.

Cristo ocupó nuestro lugar y al sustituirnos y derramar Su sangre, nos justificó; y al justificarnos, nos reconcilió con el Padre; por eso dice la Escritura: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.” (1 Jn.4:9).

El Ministerio de la Reconciliación nos habla de que somos embajadores de Cristo, por lo que tenemos que ir por el mundo haciendo ver a otras personas que tienen que reconciliarse con Jesús; predicarles sobre la reconciliación y recordarles que el hombre separado de Dios se constituye en su enemigo. (2 Co. 5:19-20).

La reconciliación es una de las doctrinas donde descansa nuestra fe en Cristo: El nos reconcilió para restaurar nuestra relación con Dios y tener el beneficio de la vida eterna; por lo que debemos dar por gracia, lo que por gracia hemos recibido, y esto es llevar el evangelio a otras personas para que se reconcilien con Dios a través de su conversión a Cristo.

También la reconciliación es el ejemplo vivo del segundo principal mandamiento “..Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Mc. 12:31) donde Dios nos muestra que El nos perdonó para que perdonemos a nuestro prójimo. Por eso cuando le preguntaron a Jesús: “…¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”. (Mt.18:21-22). ¿Cuánto es 70 veces 7? No son 490; si escribimos 70 veces el número 7 nos daremos cuenta de que el resultado es un número infinito.

Y es que perdonar es un acto tan importante, que la falta de éste invalida nuestras ofrendas, haciendo que Dios no las vea con agrado. Uno de los principios divinos enseña que antes de dar la ofrenda debe uno examinarse para ver si tiene algo contra alguien; es decir que para que tenga efecto esa entrega primero debemos reconciliarnos con el hermano. (Mt. 5:23-24).

La Biblia nos dice que para poder reconciliarnos, Dios tuvo que escoger a alguien que fuera la piedra, y ese es Cristo (1P. 2:4-8). Hay gente que acepta a Cristo en su espíritu, pero no lo ha hecho su piedra, su base, su roca, su sustento; no lo ha hecho El Señor de sus emociones y piedra de su espíritu, alma y cuerpo. Y por eso no han logrado sentir la plenitud del gozo que se siente cuando se acepta a Cristo por primera vez como el Rey de nuestras vidas.

La reconciliación es una puerta que abre bendiciones y es necesaria para poder entregar el corazón por completo a la obra de Dios. Para reconciliarnos con Dios Cristo tuvo que sustituirnos en la cruz del calvario; luego fuimos justificados cuando El venció al pecado y por ultimo reconciliado mediante su resurrección en nuestros corazones.

El acto de la reconciliación restaura nuestra relación con Dios, se comienzan a ver los cambios de actitud en nuestras vidas, entre ellos:

Morir al yo: La Biblia dice: “…el que quiere venir en pos de mí, tome su cruz cada día, niéguese a sí mismo y sígame” (Lc. 9:23). No puede haber reconciliación si no está en nosotros el llegar como cordero mudo al matadero; el negarse a sí mismo; tomar nuestra cruz y clavar las manos y los pies; debemos dejar de defendernos, y morir al yo para que viva Cristo en nosotros.

Reconocer a Cristo como la Piedra: Entender que en Jesucristo hay reconciliación es entender que El es la piedra. Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, éste tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2 Co. 5:4-17).

Reconciliarnos con nuestros hermanos: No podemos pretender que vamos a hacer una obra que agrade a Dios, si no estamos reconciliados con nuestro hermano. Es necesario que tengamos presente que Jesús vino a la tierra a mostrarnos un ministerio de amor y de perdón y que cada día debemos imitarlo en su andar; debemos iniciar haciendo la obra con nuestro prójimo ya que esa es una forma de adorar y honrar a nuestro Dios y mostrarle nuestro agradecimiento por las maravillas que ha obrado en nuestras vidas.

Aprendamos a ungir, a adorar, a orar, ya no es tiempo de que Jesús sea una roca más, es tiempo de que lo pongas por señal; que el mundo sepa que somos hijos de Dios, porque nuestra reconciliación con El fue dada a través de la muerte de Cruz de su Hijo Jesucristo.

Somos embajadores del Reino, y tenemos que mostrar a Jesús a todos los lugares donde vayamos llevando con nosotros el mensaje de reconciliación para otros sean reconciliados y tengan la esperanza de vida eterna, pues hay un Dios que nos está esperando.


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“Mensaje disponible en audio. Código de Referencia No.: ACC020306 .”

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